Y en ese estado me encuentro, despidiéndome de reojo de algunas cosas que no podré hacer o no podré hacer con la frecuencia que lo hacía, y saludando nuevas situaciones a las que no estoy acostumbrado: despertares súbitos por llantos, pañales, caquitas, etc...
José Agustín ya me ha enseñado algo... Ha marcado nítidamente lo verdaderamente importante y lo que no lo es, lo imprescindible y lo prescindible... Y con el cansancio de tres noches apenas sin dormir no puedo nI quiero ocultar que me siento feliz, terriblemente feliz y que este cruel mundo es un poco mejor desde que cada mañana, me acompaña el sereno y dulce rostro de mi niño...